La Apnea del Sueño infantil detrás de algunos casos de hiperactividad y fracaso escolar

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Diario de Mallorca, MARTES, 10 DE DICIEMBRE DE 2019

Los especialistas en Otorrinolaringología de Clínica Rotger y Hospital Quirónsalud Palmaplanas el doctor Manuel Tomás y la doctora Mónica Caldentey explican la relación decisiva entre el correcto descanso nocturno, el rendimiento académico, el desarrollo físico y en general el comportamiento de los niños.

En algunas ocasiones juzgamos determinadas conductas de los hijos de forma aislada y actuamos en consecuencia sin ponerlas en relación con circunstancias que pueden estar en el origen o bien influir de una forma directa en factores tan importantes como el crecimiento y el desarrollo físico de los niños, su rendimiento intelectual o sencillamente en su comportamiento. Uno de estos factores decisivos es el sueño y más concretamente la respiración durante el mismo. Es decir, si el niño debido a la relajación de los músculos de la garganta ronca o hace Apneas (dificultad para respirar) mientras duerme.

Según los estudios realizados, 20 de cada 100 niños roncan y de estos un 3 o un 4% hace más de 5 Apneas por hora. El mínimo para considerar que un paciente pediátrico tiene dificultades para respirar durante el sueño y por lo tanto, se ahoga mientras duerme.

En estas circunstancias, baja la saturación de oxígeno y el esfuerzo extraordinario que tiene que realizar el niño para respirar provoca síntomas como que la respiración se haga principalmente por la boca, que al dormir el niño tire la cabeza hacia atrás para abrir el máximo posible las vías respiratorias, que el sueño sea inquieto o incluso se produzcan microdespertares, casos de sonambulismo o pesadillas. También es frecuente que los niños se despierten asustados y corran a la cama de sus padres. Otros efectos relacionados con la Apnea en pacientes pediátricos son: la sudoración excesiva y la eneuresis nocturna, (mojar la cama).

Al día siguiente, debido al consumo de energía durante la noche anterior, están agotados y el cuadro de secuelas por un descanso nocturno insuficiente continúa. Reflejándose de forma significativa en señales fácilmente observables como: somnolencia, malhumor, hiperactividad, impaciencia o irritabilidad pero también en otros problemas menos visibles a corto plazo pero especialmente graves, entre otros: déficit de atención, menor concentración, inconstancia en las actividades cotidianas, disminución de la capacidad cognitiva y en definitiva dificultades para desarrollar todas sus capacidades de aprendizaje y merma de la capacidad intelectual. Por otro lado, la falta de descanso durante el sueño no sólo afecta a su desarrollo cognitivo sino que también incide en la hormona del crecimiento limitando el desarrollo físico del niño, por ejemplo en la altura.

Generalmente, estas complicaciones se acompañan de un comportamiento hiperactivo que suele estar relacionado con inquietud, dificultad para la relajación e impulsividad. La suma de estos factores degeneran de forma habitual en una mala actitud en clase o en casa, alumnos problemáticos, bajo rendimiento académico, repetición de cursos y en último caso puede ser uno de los agravantes que desemboquen en abandono o fracaso escolar.

Atendiendo a la gravedad del problema se hace evidente la importancia de abordar esta patología desde el principio, preferentemente a los 2 o 3 años o lo antes posible en edades más avanzadas. De forma inicial, la primera recomendación es que los padres observen el sueño de sus hijos y en caso de reconocer de forma repetida y permanente, alguno o varios de los síntomas anteriormente descritos (especialmente ronquidos, o paradas frecuentes en la respiración) se aconseja acudir a la consulta del Otorrino.

Una buena iniciativa para agilizar el proceso es acudir con el paciente y con un video doméstico grabado previamente (con la calidad de cualquier teléfono móvil actual), que muestre un plano de la cabeza y hasta la mitad del pecho, en el que se puedan observarse unos 5 minutos del sueño del niño. Esta grabación aporta una información esencial al especialista que además realizará algunas otras pruebas para decidir el tratamiento más adecuado individualmente.

Una vez se obtiene la información el especialista puede ofrecer varios tratamientos. Por ejemplo, la aplicación de un spray para abrir las vías nasales y permitir que respiren mejor, pero si el problema persiste se suele recurrir a un procedimiento quirúrgico que consiste en quitar o reducir las amígdalas. Con esta intervención se consigue que los niños respiren mucho mejor, descansen durante la noche y recuperen un sueño normal.

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